Pensar mucho, agota

Pensar mucho, agota

“Debería saber qué tengo que hacer, pero me veo incapaz de tomar decisiones”, “tengo que aprender a controlar mis pensamientos y mis emociones…” ¿Cuántas veces hemos querido controlar situaciones que son ajenas a nuestro control? Incluso, ¿quién no ha experimentado algo similar?

Experimentamos pensamientos e incluso imágenes que aparecen en nuestra mente, las cuales se vuelven cada vez más potentes, generando un gran malestar psicológico. Generalmente, nos hablan de nuestras vulnerabilidades y de nuestras experiencias. Todos estos pensamientos los creamos nosotros mismos. Además, en muchas ocasiones no nos paramos a pensar si tienen base real o no, les damos “cuerda” y progresivamente se van transformando en una obsesión peligrosa que va de la mano de emociones negativas, provocándose así un bucle que aparentemente no parece tener salida.

Pensar

Primero, hay que aprender que siempre vamos a tener pensamientos y, más, si queremos controlarlos, pues podemos llegar a fusionarnos con ellos, creyendo que éstos nos definen o nos representan.

Por tanto, pensar no es malo, al contrario. El riesgo comienza cuando rumiamos sobre los mismos asuntos. La rumiación hace referencia a aquellos pensamientos que aparecen una y otra vez sin cesar.

Por ejemplo, te has equivocado en algo, le has dicho algo sin querer a un amigo. No desaparece de la cabeza y mis pensamientos se centran en lo sucedido día tras día, momento tras momento. ¿Es útil? Tras el incidente, lo ideal sería hablar con esa persona, ocuparnos de lo ocurrido, es decir, afrontar el problema.

Cuando nos preocupa algo: identifica, comprende, acepta, busca soluciones… Avanza.

Pero…¿Cómo puedo manejar mis pensamientos?

Si percibes que te están invadiendo demasiados pensamientos intrusivos: para, toma aire, identifica cuáles son estos pensamientos, toma conciencia de ellos.

El objetivo es distanciarse de los mismos, tomando perspectiva, como si estuviéramos viendo los créditos de una película. Estos pensamientos aparecen y se marchan también. De esta manera, no nos fusionaremos con ellos. Necesitamos soluciones, no pelearnos más con nosotros mismos.

Para ello, utilizaremos la respiración, de manera que miraremos ahora todos esos pensamientos como observador externo. ¿Qué me quiere decir este pensamiento? ¿Qué me aporta pensar así? ¿Lo he escuchado en algún lado? ¿Me lo ha dicho alguien y lo he aceptado como una verdad universal?

El objetivo del ejercicio anterior, es la aceptación, asumir lo ocurrido, buscando cuáles son los valores que nos mueven en la vida para plantear objetivos que realmente nos llenan como persona. Una vez hecho esto, poco a poco veremos el horizonte más despejado y con más libertad de movimiento, en el podremos respirar de nuevo centrándonos en el presente, sin vivir anclado al pasado ni anticipando el futuro.

Identificamos estos pensamientos, pues es el momento de encontrar nuevas estrategias que den solución a esos pensamientos negativos. Comprendemos que lo que ha pasado ya no existe, que ya no está. Entiende que lo que importa es el aquí y el ahora. Esa dimensión en la que merecemos vivir en paz y en equilibrio.

Por último, otra herramienta que nos ayuda a combatir los pensamientos intrusivos es la meditación, como el mindfulness. Con ello, conseguiremos centrar la atención en el presente, tomando conciencia del aquí y el ahora, a través de la respiración. De este modo dejaremos de enfocar nuestra atención en aquello que nos causa tanto malestar, con el fin de reducir dichos pensamientos, aumentando así nuestro bienestar psicológico.

                                               Ana Gómez González

Psicóloga de la Unidad de Salud Mental

Referencias bibliográficas:

Hayes, S. C. (2013). Sal de tu mente, entra en tu vida. Desclée Brouwer

Miró, T. M., & Simón, V. (2012). Mindfulness en la práctica clínica. Desclée Brouwer Wilson, K. G., & Luciano Soriano, M. C. (2002). Terapia de aceptación y compromiso (ACT). Psicología Pirámide.

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