La Disfagia en el Daño Cerebral Adquirido

La Disfagia en el Daño Cerebral Adquirido

La Disfagia en el Daño Cerebral Adquirido

El Daño Cerebral Adquirido (DCA) es la afectación de las estructuras encefálicas en personas que, anteriormente, no presentaban ningún tipo de daño cerebral. Las causas principales en el 78% de los casos es a consecuencia de un ictus, el 22% restante ocurre por un traumatismo craneoencefálico, anoxias, tumores e infecciones cerebrales, según los datos de FEDACE, uno de los problemas que va a acompañar a estos sujetos será la disfagia.

En España 420.064 personas viven con DCA. Cada año se producen 104.071 casos nuevos. Personas como tú y como yo.

Los problemas más frecuentes tras un DCA son las deficiencias de movilidad, autocuidado, actividades domésticas, aprendizaje, conocimiento, comunicación y alimentación.

En este post nos centraremos en las alteraciones que se producen en la alimentación tras el Daño Cerebral.

Se denomina disfagia cuando hay una dificultad o imposibilidad para tragar alimentos sólidos o líquidos. Esto impide que la ingesta de alimentos y líquidos sea suficiente, pudiendo aparecer, entre otras muchas cosas que después veremos, deshidratación y desnutrición.

Entre el 22 y el 80% de los pacientes que han sufrido Daño Cerebral Adquirido están en riesgo de padecer disfagia. En la mayoría de estos casos es necesario cambiar la dieta y, en todos, una rehabilitación logopédica.

¿Cómo repercute la disfagia en la alimentación?
Las personas que padecen disfagia tienen la difícil tarea de mantener una buena alimentación y a la vez poder disfrutar de la comida.

Hay que ser muy conscientes de que una dificultad a la hora de tragar puede llevar un problema no solo de eficacia (el paciente tarda más en comer, le cuesta tragar, etc), sino también problemas de seguridad, que pueden derivar en problemas respiratorios e incluso a la muerte por asfixia.

Nos gustaría resaltar en este post una de las consecuencias de la disfagia, que en muchas ocasiones se pasa por alto por desconocimiento, pero que es de suma importancia por lo negativa que puede ser para la salud, estamos hablamos de las aspiraciones silentes. Éstas son penetraciones de bolo sólido o de líquido en la laringe, que pueden filtrar incluso en los pulmones sin que se llegue a desencadenar ningún mecanismo de defensa por parte del paciente, no presentando por tanto ni tos ni molestias ante esta situación de peligro. Cada vez que se produce una aspiración, la comida o bebida pasa al pulmón, sin que el paciente sea consciente de ello, por lo que la comida se queda ahí, produciendo infecciones respiratorias o incluso neumonías, poniendo en peligro la vida del paciente.

El logopeda puede facilitar el proceso de alimentación, de forma que puede enseñar técnicas de deglución seguras para que el paciente se alimente sin riesgos.

Actualmente existen tratamientos muy novedosos para conseguir alimentos con texturas seguras, pero sabores que los pacientes con disfagia deben evitar. Un grupo de Logopedas del Hospital Universitario Central de Asturias está experimentando con la creación de texturas nuevas en el tratamiento hospitalario, frecuentes en la alta cocina, que pueden ayudar al paciente con disfagia. Están probando con alimentos como callos, fabada o donuts, alimentos impensables de introducir en una dieta adaptada a disfagia.

La rehabilitación de la disfagia
Esta patología se conoce bien desde la logopedia, pero cada vez hay unidades más especializadas formadas por equipos multidisciplinares donde la involucración del nutricionista, del fisioterapeuta y del terapeuta ocupacional son favorecedoras en la rehabilitación de la disfagia desde una visión más global del paciente.

Un diagnóstico e intervención temprana permiten al paciente volver a comer de forma segura y eficaz evitando sufrir neumonías o desnutrición.

Los síntomas de alerta que podemos observar son:

  • Dolor al tragar (odinofagia).
  • No ser capaz de tragar.
  • Sensación de que la comida se queda pegada en la garganta, en el pecho o en esternón.
  • Babeo o restos de saliva porque no hay un buen cierre labial.
  • Pérdida de peso sin motivos aparente.
  • Tos o asfixia al tragar. No solo nos estamos atragantando cuando nos asfixiamos al comer o beber, sino que es un signo de alarma también cuando tosemos después de beber o comer.
  • Fiebre. Puede ser a consecuencia de infección respiratoria.
  • Neumonías recurrentes. Principalmente producidas por aspiraciones silentes.
  • Voz húmeda. Una vez que la persona ha ingerido el alimento o bebida y al hablar le cambia la voz (lo que llamamos “voz húmeda”), es isgno de que ha pasado el alimento a la vía aérea.

Consejos generales:

  • Comer despacio. Tomar conciencia de que la alimentación necesita más concentración de la que necesitábamos hasta ahora.
  • Evitar distracciones durante la comida. La televisión o las comidas multitudinarias pueden distraer nuestra atención de la comida.
  • No utilizar pajitas. Es difícil calcular la cantidad que ingerimos con las pajitas y puede que sea mucho líquido para tragar en una sola toma. Además, cuando hay un problema de disfagia, a los pacientes le resulta complicado realizar los movimientos de succión y respiración que el uso de la pajita necesita y por eso se producen más atragantamientos.
  • Evitar las texturas mixtas que no sean homogéneas en la boca como frutas que tengan mucho líquido (naranja, la sandía o piña), platos que contengan dos texturas diferentes como una sopa de fideos, las lentejas, judías blancas.
  • Evitar texturas pegajosas como el plátano o el pan bimbo.
  • Si su familiar debe llevar espesante en las comidas o bebidas por prescripción del profesional, no saltárselo.
  • Si usted o su familiar tiene alguno de los síntomas anteriormente citados acuda a un logopeda para valorar el grado de disfagia y la necesidad de pautas para poder comer con la seguridad suficiente de no atragantarse.


Carmen Mª Pérez Araujo, logopeda colegiada 28/0371

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